miércoles, noviembre 18, 2015

Reseña: "Di su nombre", de Francisco Goldman

Sobre uno de los libros más bellos que he leído en el último año, aunque me tomó meses terminarlo.

La primera vez que leí el nombre de Francisco Goldman fue en la versión impresa de noviembre de 2012 de Gatopardo, revista donde pronto cumpliré 5 años trabajando. Acabábamos de publicar un adelanto de Di su nombre, la novela en la que Goldman rinde homenaje a su esposa, la fallecida escritora Aura Estrada y era mi trabajo cargar el contenido en el sitio web de la revista. Generalmente leo con cuidado cada texto que subimos, pues nunca falta el trozo de texto que se convierte en código o el dedazo que se le escapó a alguien. Pero esa ocasión fue distinta: hubo algo en la prosa de Goldman que me atrapó y quedé obsesionada con conseguir la novela para leerla completa.


Por alguna razón azarosa (probablemente que el libro, publicado por Sexto Piso, era caro), tardé al menos un par de años en comprarlo en la librería Rosario Castellanos del FCE que me queda de camino al Metro cuando voy de regreso a casa, después de trabajar. Una noche se me ocurrió entrar a la librería y ahí estaba, entre otros volúmenes del mueble dedicado a dicha editorial. No lo pensé más y me lo llevé. Empecé a leerlo camino a casa y, como intuí en 2012, la prosa me atrapó y no pude despegar los ojos del libro en un par de días.

Pero entonces algo sucedió. Me di cuenta de que estaba pasando por días muy tristes, sin saber por qué. Me subía al metro en la mañana, viajaba al trabajo leyendo Di su nombre, y para cuando llegaba a la oficina sentía una nube negra encima de mí. Me tomó unos días entender que ERA POR EL LIBRO. Esta novela de Francisco Goldman está impecablemente escrita y su prosa fluye sin obstáculos en su narrativa no cronológica. A veces abres una página y estás con Aura en Nueva York, pero un par de páginas después estás con Francisco en el departamento vacío, después de la muerte de ella. Si este libro fuera una habitación, sería un velorio perpetuo dentro de una funeraria muy bonita, pero muy triste.

Ni siquiera los recuerdos felices que Goldman evoca pueden hacer que te alegres por ellos, ya que desde la primera página conoces el final de esta historia: Aura está muerta y nada de lo que haga Francisco la traerá de vuelta. Pasas por cada página con el corazón estrujado por el duelo y las malas decisiones del narrador. Lees sobre su amor por Aura, sobre su matrimonio trunco, sobre la locura de su suegra... y todo te va sofocando un poquito más. Hasta que ya no quieres seguir leyendo. Y dejé el libro a un lado por casi medio año.

Hasta que me robaron mi iPod en un museo bonito en la Ciudad de México. Me quedé sin compañero de traslados y empecé a buscar entre mis libros cuáles estaban inconclusos por cualquier razón. Ahí estaba, debajo de una pila de ficción estadounidense, asomándose con su mirada chispeante, Aura Estrada. Decidí que era un buen momento, parcialmente porque estaba triste y quería leer algo que me dejara disfrutar de esa tristeza y parcialmente porque decidí que era el momento de terminarlo. Me lo guardé en la mochila y, tras otro par de días, cerraba por fin la novela, con una sensación similar, supongo, a esa aceptación por la que se pasa en las etapas del duelo.

Di su nombre no es un libro normal. Es una novela que, de atraparte, succiona un poco tu alegría interna, pero te regala una cantidad considerable de buena prosa. Se transforma en una experiencia sensorial en la que te conviertes un poco en la sombra de su narrador: te duele lo que a él, te entristece y te enoja lo que lo entristece y enoja a él. Al final, cuando descubres que has pasado por todas las etapas del duelo, cuando llegas a ese clímax en el que Francisco revive los últimos días con Aura, y vives con él hasta el último instante de su proceso de sanación, respiras profundo y enfrentas la ola, que te deposita, gentilmente, en una playa donde todo es más brillante y donde se respira tranquilidad. Cierras el libro y sigues adelante, apreciando un poquito más hasta las hojas que el otoño va tirando de los árboles a tu paso.

Di su nombre
Francisco Goldman
Sexto Piso, 2012